lunes, 6 de febrero de 2017
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Para el hombre
Que está en la multitud como un olvido,
Mínimo, inmóvil, ido,
Parado en la esquina de su tiempo.
Para el que
Ignorado de suertes,
Roza las ráfagas del mundo,
Y se pliega
Sin éxitos ni triunfos,
Desvalido y doblado...
Dolido.
Para el que
Insomne y olvidado,
Sueña y espera,
Con un inocente canto,
El de la infancia,
Y un tremendo dolor,
El del amor.
Para el que tuvo fe y hoy no la tiene,
Para el que dio y no recibió,
Para el que tantos sueños concibiera
Y hoy sabe que esos sueños lo condenan.
Para el hombre que oculta su fracaso
Y ríe y corre y canta,
Con los demás,
Mientras siente tan lejos
El perfume del campo, del barrio o de la aldea.
Para el que alguna vez quisiera,
Derrumbar los tapiales
De su estrechez estúpida y mezquina,
Y vivir liberado
En una excelsitud, los días postreros...
Para ése,
Siempre habrá un tango como un día soleado
Florecido de lunas y de ensueños,
Tibio como una cuna,
Rincón cansado,
Silenciosa espuma del tiempo.
Siempre habrá un tango,
Dulce,
Único,
Tendido como un ala
Sobre su inmensidad ensimismada.
Un viejo tango
Grillo y luna,
Siempre habrá,
Para el hombre caído,
Apresado, estrujado,
Muerto en las noches de su soledad.
JULIO L. DE GRUCCI